El latín pertenece a la amplia familia de las lenguas indoeuropeas. La lengua latina tuvo unos orígenes muy humildes; en realidad, era el habla de los habitantes de las colinas que bordeaban el río Tíber unos cuantos kilómetros antes de su desembocadura. Pero con el paso del tiempo tuvo un desarrollo portentoso, de tal forma que su utilización llegó casi a coincidir con las fronteras del Imperio Romano. en el siglo III a.C. el latín se había impuesto en gran parte de Italia y de las islas vecinas, y llegaba hacia finales de siglo a la Península Ibérica. Posteriormente el latín fue hablado en las provincias occidentales de Europa y en el norte de África. En la parte oriental del Imperio no llegó a imponerse el latín debido al prestigio cultural del griego, como tampoco se impuso en las Islas Británicas. De algunas regiones en las que se habló en latín (norte de África, Istria y Panonia) fue erradicado posteriormente por causa de las invasiones árabe y eslava respectivamente.
Los primeros testimonios conservados en lengua latina son inscripciones de los siglos VII y VI a.C. Por el contrario la literatura sólo la conocemos a partir del siglo III a.C., llegando a su esplendor en los siglo I a.C. y I p.C. con autores como César, Cicerón, Tito Livio o Tácito.
Durante la Edad Media, el latín fue la lengua universal de la cultura y, por tanto, gran parte de la producción literaria europea se escribió en esta lengua, son numerosísimas las obras escritas en latín a lo largo de los once siglos medievales, y relativas a todas las ramas del saber. En casi todos los países europeos se han ido publicando en grandes colecciones las obras latinas medievales (como en Alemania con su Monumenta Germaniae Historica).
Durante en Renacimiento, caracterizado por la vuelta a los modelos clásicos, se escribieron en latín numerosas obras en las distintas disciplinas; a partir del siglo XVII el uso del latín va disminuyendo progresivamente.
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