Escribo esta entrada porque creo que este tema ha sido enfocado hacia un público muy limitado y eso ha derivado en el uso de un lenguaje muy restringido para un lector novel en esta disciplina y una explicación no menos aparatosa.
En las siguientes entradas trataré de poner algo de "luz" a este terreno pantanoso de la lingüística para que lo veáis tan maravilloso como un filólogo.
Cuando hablamos de Indoeuropeo, no se habla ni de una raza, ni de un pueblo, ni de un territorio, sino sólo de una lengua. Nos definimos, por tanto, sólo por la lengua. Es un concepto puramente lingüístico, y por ello los indoeuropeos no existen como unidad étnica. Es la primera familia lingüística identificada en la historia, cuya lengua madre desconocemos.
La idea de que las lenguas se distribuyen en familias es propia del siglo XIX, pero la intención de explicar las similitudes entre lenguas tiene antecedentes desde Roma. Cuando los latinos entraron en contacto profundo con el griego, encontraron muchas similitudes entre ambas lenguas. Desde Varrón, este tipo de confluencias han sido tratadas por los gramáticos, y eran tan llamativas que intentaban darles una explicación. La de Varrón era de tipo genético; para él, “el latín es un dialecto griego occidental corrompido por elementos bárbaros”.
Con la llegada del Cristianismo, la teoría genética de las lenguas se afianza con la afirmación de que existía una lengua primigenia en el Paraíso, la cual se dispersó tras el incidente de la Torre de Babel. Así pues, con base religiosa se afirma que todas las lenguas proceden de esta primera.
La hipótesis religiosa intentó darse una fundamentación científica que falló estrepitosamente, puesto que utilizaron los hijos de Noé para clasificarlas (Sem, Cam y Jafé). Términos como el de lenguas semíticas se sigue utilizando hoy en día.
Más tarde, en el siglo XVIII, Jäger escribió un compendio donde lanzó una hipótesis, antecedente serio de las lenguas indoeuropeas. Él llamaba la atención sobre los parecidos entre las lenguas clásicas y las de oriente, y lo justificaba a través de la existencia de una lengua madre: el “escito-celta”. Con esto inaugura la creencia de que las lenguas orientales y occidentales proceden de una misma familia.
El siguiente paso lo llevó a cabo Sir William Jones, se interesó por la cultura y la lengua, y aprendió Sánscrito. Descubrió entonces que existía un texto sagrado escrito en otra variante de la lengua, la cual aprende. A partir de entonces, empieza a presentar en la Royal Asiatic Society of Bengala comunicaciones sobre la cultura de la India, pero rápidamente también empezó a disertar sobre lengua y texto. Así, en 1796 se presentó con una comunicación donde hizo una descripción del Sánscrito, mostrando una lista de términos y una larga lista de estructuras morfológicas, diciendo que es lo mismo que se podía encontrar en Griego y en Latín. Además, comparado con el Persa, Céltico, Sánscrito y Germánico, se encontraban las mismas coincidencias. La única hipótesis posible es la existencia de una lengua madre común.
Friedrich von Schlegel es el fundador de la Escuela Romántica alemana, y en 1808, escribió un tratado sobre la lengua y la sabiduría de los indios (Uber die Sprache und Weisheit der Indier), que fue extraordinariamente influyente en su momento, un punto de partida para los estudiosos de sánscrito de todo el mundo. En este estudio, insistió en la comparación de la lengua sánscrita con las clásicas.
August Wilhelm von Schlegel, hermano de Friedrich, fue un romanista, y fundador de la otra línea de comparación entre las lenguas: la tipología lingüística. Él planteó los parecidos más allá del léxico; en las estructuras. Él se interesó en las lenguas ajenas a las lenguas ajenas a la tradición indoeuropea, y conoce por ello lenguas orientales y amerindias. Se da cuenta de que hay lenguas que se parecen entre sí, aunque no estén relacionadas. Es el primero que empieza a comparar este tipo de elementos, y los utiliza para dividir a las lenguas en grupos sin usar la genética.
Se establecen así las dos hipótesis para la clasificación de las lenguas: la genética, que implica que hay grupos de lenguas relacionadas por su desarrollo y origen; la tipológica, que junta las lenguas por estructuras. La hipótesis de Schlegel recoge tres tipos de lenguas: las aislantes, donde morfema y palabra coinciden; las aglutinantes, donde el lexema y los morfemas no tienen autonomía, pero donde hay una identidad muy clara en cada morfema; las flexivas son aquellas en las que la morfología se define por modificaciones del lexema, y en éstas diferentes categorías pueden aglutinarse en un sólo lexema. La clasificación tipológica tiene una deriva larguísima, y que acaba confluendo con la genética a finales del siglo XX.
Franz Bopp, que fue el autor del primer tratado de gramática comparada auténtico. En lugar de acudir al léxico, se fijó en la morfología, haciendo una comparación del sistema de la conjugación del Sánscrito, el Griego, el Latín, el Persa y el Germánico. Esto, por otro lado, sigue sin aportar un método para discernir las lenguas indoeuropeas de las no indoeuropeas.
Este paso lo pudo dar Rasmus Rask. Consiguió dar con una clave con la que determinar si los parecidos entre las lenguas se deben a un origen común. Él plantea que lo que se hereda cuando un hablante hace evolucionar su lengua son las palabras, y llama la atención sobre las diferencias fonéticas que encuentra en las lenguas germanas; lo que se hace es pronunciarlo diferente. Comparó los parecidos entre germánico, griego, latín, báltico y eslavo.
Estos parecidos, fonéticamente, no son aleatorios, sino que responden a una pauta regular. Formuló así la idea de que las lenguas que se parecen por estar relacionadas genéticamente, tienen parecidos que nos proporcionan correspondencias fonéticas regulares. Esta regularidad en el cambio fonético es una novedad en el campo de la lingüística comparada. Si el cambio es regular en cada lengua, las correspondencias existentes también lo serán. La regularidad de estas correspondencias es lo único que permite formular una comunidad de origen.
Rask trató las correspondencia fonéticas regulares de las lenguas gemánicas entre sí, que de por sí suponían un problema, y aportó las correspondencias con griego, latín, báltico y eslavo. No encontró, en cabio, la clave con el celta, y por ello lo descartó. No llegó a establecerlas con el Sánscrito y el Persa. Su trabajo tuvo una repercusión inmediata en cuanto publicó su compendio de conclusiones.
Empezaron a aparecer entonces las escuelas de Historia de la Lengua. Jakob Grimm fue uno de los grandes estudiosos de éstas, y antes de la publicación de Rask, había publicado una monumental historia de la Lengua Alemana, que quedó anulada por el trabajo de Rask. Él vio un paso más allá, y publicó una segunda edición, cambiando el capítulo de fonética, en el que formuló la primera ley fonética de la historia: la Ley de Grimm, o de rotación consonántica en las lenguas germánicas. Ésta ley es increíblemente regular, y las pocas excepciones con las que cuenta se explicaron en los años consecutivas, a la altura de las leyes de la Química o la Física.
Con esta obra comienza un desarrollo de la hipótesis indoeuropea, de la reconstrucción de la lengua, puesto que cada correspondencia regular correspondería a un sonido único de la lengua madre. Esto posibilita la existencia de un primer conocimiento de la lengua, y el número de correspondencias debe ser igual al número de sonidos del indoeuropeo. De este modo, a lo largo del siglo XIX, la tarea del lingüista no es la composición de una gramática, sino de una teoría del cambio lingüístico.
Georg Curtius no publicó una obra tan relevante para los estudios indoeuropeos como Grimm, pero es el fundador de los estudios clásicos modernos, haciendo la primera gramática comparada de las lenguas clásicas.
Bibliografía básica:
Adrados,
F. R. (1975) Lingüística Indoeuropea,
Madrid, Gredos, 2 vols.Adrados,
F. R., Bernabé, A., Mendoza, J. (1995-96): Manual de Lingüística Indoeuropea,
3 vols., Madrid, Ed. Clásicas.
Clakson, J. (2007)
Indo-European Linguistics: An
Introduction, Cambridge, Cambridge University Press.
Fortson, B. W.
(2004) Indo-European Language and
Culture: An Introduction, Malden, MA,
Szemerenyi,
D. (1987) Introducción a la lingüística comparativa, Madrid, Gredos.
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