"La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás" Tales de Mileto

domingo, 1 de octubre de 2017

El estilo de Salustio.


Para entender un autor y su obra hay que tener muy claro en primar lugar cómo escribe, ello refleja siempre tanto su intención y personalidad como la época en la que vivió.

Salustio escribe en un estilo abrupto de frases cortas y cláusulas que él junta en una serie para crear oraciones cortas y largas. Si bien, frecuentemente emplea cláusulas subordinadas, su estilo se caracteriza por el empleo de la parataxis (coordinación) y del asindeton (ausencia de conjunciones). Sin embargo, a pesar del frecuente uso de la parataxis, Salustio no apunta al paralelismo (la repetición de estructuras sintáticas similares para crear un ritmo o patrón agradable), pero a menudo alcanza lo contrario: inconcinnitas, (falta de armonía) o variatio (asimetría).

La ausencia de conjunciones hace difícil para los lectores establecer conexiones entre los elementos de la oración, y la falta de paralelismo hace que sea un reto prever lo que Salustio está a punto de decir a continuación. Por esta razón, el estilo de Salustio es admirado tanto por su brevedad como por su brusquedad.

Entre las características que podemos mencionar de Salustio, las más importantes son:

1. Nom./Ac. Pl. de la 3rd D. en –īs: Salustio usa a veces –is en vez de –ēs en la 3º D. el contexto nos revela que no puede tratarse de un G sg. en –is, que además es breve. Ej: omnīs en vez de omnēs.

2. Ortografía arcaica y elección de palabras: Salustio utiliza -undus en vez de -endus en gerundios y gerundivos, -umus en vez de -imus en superl., vortō en vez de vertō, y voltus en lugar de vultus. En algunos casos, utiliza –os y –om en vez de –us y –um en la 2ª D.

Salustio también usa palabras arcaicas, neologismos y vocabulario con significados que no se encuentran en Cicerón o César. Ej: tempestās frecuentemente no significa "tormenta" o "tiempo climático", sino "tiempo".

3. Perfecto sincopado: -ēre en vez de –ērunt: Salustio utiliza la forma sincopada de la tercera persona del plural de los verbos en tema de perfecto donde –erunt se contrae por –ere. Esta práctica es común en la poesía, pero menos frecuentemente en Cicerón y César que en Salustio. El uso de una -ē en la penúltima sílaba es un claro indicador de que esta forma es una 3ª pl. y no un infinitivo. Ej: coepēre por coepērunt; invāsēre por invāsērunt

4. Infinitivo histórico: a diferencia de los infinitivos en el discurso indirecto, los infinitivos históricos tienen como sujeto un nom., están en presente y se traducen como un verbo perfecto o imperfecto. Salustio utiliza a menudo una serie de estos infinitivos al mismo tiempo. Para hacer esta construcción más cómoda para traducir, se puede insertar el verbo dicitur/dicuntur como apoyo, ej: Rōmānī…fēstināre, parāre, “los romanos apresurar... arreglar” = “los romanos (se dice) que se apresuraron…

5. Uso arcaico de foret para esset: Fore es el equivalente arcaico a futūrum esse, el infinitivo futuro, y es usado a menudo por Salustio. La adición de terminaciones personales, sin embargo, foret/forent se hace equivalente a esset/essent, el subjuntivo imperfecto de sum, que aparece en los subjuntivos pasivos imperfectos activos y pluscuamperfectos. Ej: foret por esset “fue”; spectāta forent por espectāta essent “se había visto”.

6. Ut, utī y quō: Salustio utiliza a menudo ut, utī o quō (ut eō) de forma intercambiable. En resumen, se pueden traducir las tres como “que”/ “para que”en la mayoría de las ocasiones. Los lectores deben evitar, sin embargo, confundir utī con -u breve con el infinitivo deponente ūtī, "usar", que tiene -ū larga y se emplea tres veces en el texto.

7. Sustantivos: Salustio usa a menudo adjetivos como sustantivos. Los ejemplos comunes son bonī, "los nobles" y multa, "muchas cosas", pero Salustio también depende de muchos sustantivos formados a partir de participios pasivos perfectos, ej. facta, "hechos".

8. Elipsis: aunque Salustio omite de vez en cuando palabras que se pueden sobreentender por el contexto, se puede complicar su lectura con la omisión de formas del verbo sum (est, esse y esse final en perfectos infinitivos pasivos e infinitivos activos futuros). Ej: dictum por dictum (est) “se ha dicho”/”se dijo”; dicta por dicta (esse) “se ha dicho”/“se dijo”; habendam por habendam (esse) “debe ser vivido”; factūrum por factūrum (esse) “haría”/“(va a) hacer”.

9. Doble acusativo: Salustio usa un doble acusativo, particularmente con el verbo habeō, "mantener/considerar". El primer acusativo es el CD; el segundo, un predicativo. Si se emplea con el inf. esse, se puede traducir esto como discurso indirecto. Ej: Habeō haec documenta. “Sostengo/considero estas cosas evidencia” o “Considero que estas cosas son evidencia”.

10. Doble dativo: usa un dativo de cualidad como predicado con el verbo sum. A menudo, añade un dativo de interés para crear una doble construcción de dativo. A la hora de traducir, lo mejor es traducir el verbo sum como “sirva para/de”. Ej: Rōmānīs auxiliō est. “Es para ayudar a los romanos” o mejor = “Sirve de ayuda para los romanos”.

11. Ablativo de cualidad o genitivo descriptivio: formadas a menudo por la construcción adj.sus. que sigue de cerca al sus. modifican o después del verbo sum. Ej: prīvignum adultā aestāte “un hijastro de edad madura”; Sunt huius modī “Son de este tipo”.

12. Ablativo de grado de diferencia: Salustio utiliza a menudo con un adjetivo comparativo o adverbio y menos a menudo con un superlativo o con post y ante. Es común traducir este ablativo con "por", ej: nihilō menos menos (menos por nada) multō pulcherrimam de lejos el más noble (más noble por mucho) post paulo un poco más tarde (más tarde por un poco. La mayoría de los casos de este ablativo en Sal. utiliza nihilō, multō o paulō, por lo que esta construcción es a menudo fácil de identificar.

martes, 26 de septiembre de 2017

Introducción a la Hipótesis Indoeuropea.



Escribo esta entrada porque creo que este tema ha sido enfocado hacia un público muy limitado y eso ha derivado en el uso de un lenguaje muy restringido para un lector novel en esta disciplina y una explicación no menos aparatosa.

En las siguientes entradas trataré de poner algo de "luz" a este terreno pantanoso de la lingüística para que lo veáis tan maravilloso como un filólogo.

Cuando hablamos de Indoeuropeo, no se habla ni de una raza, ni de un pueblo, ni de un territorio, sino sólo de una lengua. Nos definimos, por tanto, sólo por la lengua. Es un concepto puramente lingüístico, y por ello los indoeuropeos no existen como unidad étnica. Es la primera familia lingüística identificada en la historia, cuya lengua madre desconocemos.







La idea de que las lenguas se distribuyen en familias es propia del siglo XIX, pero la intención de explicar las similitudes entre lenguas tiene antecedentes desde Roma. Cuando los latinos entraron en contacto profundo con el griego, encontraron muchas similitudes entre ambas lenguas. Desde Varrón, este tipo de confluencias han sido tratadas por los gramáticos, y eran tan llamativas que intentaban darles una explicación. La de Varrón era de tipo genético; para él, “el latín es un dialecto griego occidental corrompido por elementos bárbaros”.

Con la llegada del Cristianismo, la teoría genética de las lenguas se afianza con la afirmación de que existía una lengua primigenia en el Paraíso, la cual se dispersó tras el incidente de la Torre de Babel. Así pues, con base religiosa se afirma que todas las lenguas proceden de esta primera.

La hipótesis religiosa intentó darse una fundamentación científica que falló estrepitosamente, puesto que utilizaron los hijos de Noé para clasificarlas (Sem, Cam y Jafé). Términos como el de lenguas semíticas se sigue utilizando hoy en día.

Más tarde, en el siglo XVIII, Jäger escribió un compendio donde lanzó una hipótesis, antecedente serio de las lenguas indoeuropeas. Él llamaba la atención sobre los parecidos entre las lenguas clásicas y las de oriente, y lo justificaba a través de la existencia de una lengua madre: el “escito-celta”. Con esto inaugura la creencia de que las lenguas orientales y occidentales proceden de una misma familia.

El siguiente paso lo llevó a cabo Sir William Jones, se interesó por la cultura y la lengua, y aprendió Sánscrito. Descubrió entonces que existía un texto sagrado escrito en otra variante de la lengua, la cual aprende. A partir de entonces, empieza a presentar en la Royal Asiatic Society of Bengala comunicaciones sobre la cultura de la India, pero rápidamente también empezó a disertar sobre lengua y texto. Así, en 1796 se presentó con una comunicación donde hizo una descripción del Sánscrito, mostrando una lista de términos y una larga lista de estructuras morfológicas, diciendo que es lo mismo que se podía encontrar en Griego y en Latín. Además, comparado con el Persa, Céltico, Sánscrito y Germánico, se encontraban las mismas coincidencias. La única hipótesis posible es la existencia de una lengua madre común.

Friedrich von Schlegel es el fundador de la Escuela Romántica alemana, y en 1808, escribió un tratado sobre la lengua y la sabiduría de los indios (Uber die Sprache und Weisheit der Indier), que fue extraordinariamente influyente en su momento, un punto de partida para los estudiosos de sánscrito de todo el mundo. En este estudio, insistió en la comparación de la lengua sánscrita con las clásicas.

August Wilhelm von Schlegel, hermano de Friedrich, fue un romanista, y fundador de la otra línea de comparación entre las lenguas: la tipología lingüística. Él planteó los parecidos más allá del léxico; en las estructuras. Él se interesó en las lenguas ajenas a las lenguas ajenas a la tradición indoeuropea, y conoce por ello lenguas orientales y amerindias. Se da cuenta de que hay lenguas que se parecen entre sí, aunque no estén relacionadas. Es el primero que empieza a comparar este tipo de elementos, y los utiliza para dividir a las lenguas en grupos sin usar la genética.

Se establecen así las dos hipótesis para la clasificación de las lenguas: la genética, que implica que hay grupos de lenguas relacionadas por su desarrollo y origen; la tipológica, que junta las lenguas por estructuras. La hipótesis de Schlegel recoge tres tipos de lenguas: las aislantes, donde morfema y palabra coinciden; las aglutinantes, donde el lexema y los morfemas no tienen autonomía, pero donde hay una identidad muy clara en cada morfema; las flexivas son aquellas en las que la morfología se define por modificaciones del lexema, y en éstas diferentes categorías pueden aglutinarse en un sólo lexema. La clasificación tipológica tiene una deriva larguísima, y que acaba confluendo con la genética a finales del siglo XX.

Franz Bopp, que fue el autor del primer tratado de gramática comparada auténtico. En lugar de acudir al léxico, se fijó en la morfología, haciendo una comparación del sistema de la conjugación del Sánscrito, el Griego, el Latín, el Persa y el Germánico. Esto, por otro lado, sigue sin aportar un método para discernir las lenguas indoeuropeas de las no indoeuropeas.

Este paso lo pudo dar Rasmus Rask. Consiguió dar con una clave con la que determinar si los parecidos entre las lenguas se deben a un origen común. Él plantea que lo que se hereda cuando un hablante hace evolucionar su lengua son las palabras, y llama la atención sobre las diferencias fonéticas que encuentra en las lenguas germanas; lo que se hace es pronunciarlo diferente. Comparó los parecidos entre germánico, griego, latín, báltico y eslavo.

Estos parecidos, fonéticamente, no son aleatorios, sino que responden a una pauta regular. Formuló así la idea de que las lenguas que se parecen por estar relacionadas genéticamente, tienen parecidos que nos proporcionan correspondencias fonéticas regulares. Esta regularidad en el cambio fonético es una novedad en el campo de la lingüística comparada. Si el cambio es regular en cada lengua, las correspondencias existentes también lo serán. La regularidad de estas correspondencias es lo único que permite formular una comunidad de origen.

Rask trató las correspondencia fonéticas regulares de las lenguas gemánicas entre sí, que de por sí suponían un problema, y aportó las correspondencias con griego, latín, báltico y eslavo. No encontró, en cabio, la clave con el celta, y por ello lo descartó. No llegó a establecerlas con el Sánscrito y el Persa. Su trabajo tuvo una repercusión inmediata en cuanto publicó su compendio de conclusiones.

Empezaron a aparecer entonces las escuelas de Historia de la Lengua. Jakob Grimm fue uno de los grandes estudiosos de éstas, y antes de la publicación de Rask, había publicado una monumental historia de la Lengua Alemana, que quedó anulada por el trabajo de Rask. Él vio un paso más allá, y publicó una segunda edición, cambiando el capítulo de fonética, en el que formuló la primera ley fonética de la historia: la Ley de Grimm, o de rotación consonántica en las lenguas germánicas. Ésta ley es increíblemente regular, y las pocas excepciones con las que cuenta se explicaron en los años consecutivas, a la altura de las leyes de la Química o la Física.

Con esta obra comienza un desarrollo de la hipótesis indoeuropea, de la reconstrucción de la lengua, puesto que cada correspondencia regular correspondería a un sonido único de la lengua madre. Esto posibilita la existencia de un primer conocimiento de la lengua, y el número de correspondencias debe ser igual al número de sonidos del indoeuropeo. De este modo, a lo largo del siglo XIX, la tarea del lingüista no es la composición de una gramática, sino de una teoría del cambio lingüístico.

Georg Curtius no publicó una obra tan relevante para los estudios indoeuropeos como Grimm, pero es el fundador de los estudios clásicos modernos, haciendo la primera gramática comparada de las lenguas clásicas.   
Bibliografía básica:  
Adrados, F. R. (1975) Lingüística Indoeuropea, Madrid, Gredos, 2 vols.Adrados, F. R., Bernabé, A., Mendoza, J. (1995-96): Manual de Lingüística Indoeuropea, 3 vols., Madrid, Ed. Clásicas.  
Clakson, J. (2007) Indo-European Linguistics: An Introduction, Cambridge, Cambridge University Press.
Fortson, B. W. (2004) Indo-European Language and Culture: An Introduction, Malden, MA,
Szemerenyi, D. (1987) Introducción a la lingüística comparativa, Madrid, Gredos.